No hay peor ciego, que el que no quiere ver.


El instituto cervantes en su apartado de refranero multilingüe indica la idea clave del refrán: la voluntad. Su significado sería: resulta inútil convencer a alguien de que vea lo que no quiere ver. Muy de uso en la actualidad.

Quiero acabar este primer volumen con una reflexión para los tiempos que hoy corren. En este periodo de confinamiento que nos ha tocado vivir hemos descubierto lo buenas personas que podemos llegar a ser. La solidaridad que llevamos dentro, la humanidad que nos caracteriza, la pasión y el esfuerzo en ayudar a los demás, pero como la gaseosa, eso dura poco.

Nuestros máximos representantes políticos son los primeros en enseñarlo. Cuando empezó el estado de alarma el 15 de marzo todo era tender la mano, dos meses después se quieren cortar la mano los unos a los otros.

El refrán no es nuevo, ya en la biblia tenemos varias referencia.

Mateo 13:13. “Por eso les hablo en parábolas; porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden”.
Jeremías 5:21. “Oíd ahora esto, pueblo necio e insensible, que tienen ojos y no ven, tienen oídos y no oyen”

PUEBLO NECIO E INSENSIBLE, dice la cita bíblica.

Voy a utilizar una vez más la EMPATÍA.

Desde principios del 2020 he tomado muchas veces este refrán para mi vida cotidiana con el mundo que me rodea. Es muy socorrido para muchas situaciones y más tarde pondré varios ejemplos, pero quiero entender nuestra forma de actuar para tener que utilizarlo.

Hoy en día hacerse el ciego es una forma de actuar muy presente en nuestra sociedad. La diplomacia, pero sobretodo la hipocresía con la que se llevan a cabo las relaciones sociales, hace que dicho termino cobre cada vez más presencia entre nosotros.

Hay gente que no quiere ver la verdad (suya o de otro), por miedo o porque directamente no le gustan. Entonces es más fácil fabricarse o creerse unas mentiras. Otra forma es evitarlas, o ignorarlas, que es lo que mejor está funcionando en este momento. Yo lo llamo “vengo a hablar de mi libro”

Hoy ya no se puede discutir sobre un tema, ni intercambiar ideas sobre un suceso, ni llevar la contraria a otro sobre una cuestión, ni pensar distinto a la mayoría. El mundo se ha dividido en ellos y nosotros; y hay que saber cuál es el bando.

Pero aparece en escena el miedo, nadie sabe cuál es el bando adecuado.

Por eso nos hacemos los ciegos no queriendo ver. No molestamos a nadie, no nos ponemos en contra de nadie e intentamos molestar lo mínimo posible.

Pensad en las personas muy puntuales (yo me considero una de ellas). Cuando quedo con alguien ya preparo una serie de frases para disculpar a la persona que llegue tarde, y también las preparo por sí llego yo tarde. Cualquier excusa es buena, como estaba el tráfico, las niñas no me dejaban, se me complico el día, no encontraba aparcamiento, me encontré a fulano al salir de casa, etc.

No quiero ver un problema en llegar tarde o en esperar por llegar pronto, no quiero ninguna molestia por dicho tema, no quiero que mi problema se agrave por dicha cuestión. Con una simple frase todos sabemos que es lo que hay. Se intenta, pero no se ha podido o no hemos querido, y ya está.

Hay muchos ejemplos de nuestra vida cotidiana que son claro ejemplo de no querer ver, pero me voy a centrar en la vida que nos rodean.

Con esta pandemia los niños han pasado a utilizar mucho más los aparatos electrónicos, tipo móvil, Tablet, etc. Todos miramos para otro lado respecto del incremento de tiempo que pasan delante de ellos. Ponemos excusas de todo tipo, tienen que hacer los deberes, ya han terminado y que van a hacer, no pueden salir de casa están todo el día encerrados, es que no hay nada en la tele, etc.  

Ojo, no estamos queriendo ver el problema que se nos está presentando. Cada vez están más enganchados a la maquinita. No queremos ver la realidad, que es distinta a la que sabemos y no queremos actuar. Nos da miedo enfrentarnos a esta nueva situación, y en algunos instantes enfrentarnos a nuestros propios hijos. Miramos para otro lado, nos convencemos de que a nuestro alrededor no es mejor y si alguien nos dice algo, nos hacemos los ciegos.

Lo mismo pasa con los horarios de nuestros hijos. Desde el 11 de marzo llevan en casa estudiando online. ¿Cuántos de ellos se levantan a las 9:00 h para realizar su tarea? Según han ido pasando las semanas el tanto por ciento ha decaído, y la mayoría ha pasado a trasnochar y levantarse más tarde. De nuevo nos hacemos los ciegos, no queremos verlo, podemos aprovecharlos los adultos con el teletrabajo y que nos dejen un poco más tranquilos.

Voy a cambiar de ejemplo, en mi urbanización tenemos una piscina comunitaria. Según la ley, se puede abrir con unas medidas que se han establecido por B.O.E. Ahora es el momento de ver si nosotros aceptamos las condiciones y económicamente podemos permitirnos su apertura. Volvemos a los mismo, hay gente que no va a querer ver la realidad. Un montón de chicos jóvenes que quieren bañarse con este calor, pero que va a ser difícil de mantenerlos a la distancia de seguridad. El miedo a los contagios o rebrotes, la limpieza de la instalación etc. En nuestro caso de que dependemos, de la comisión que se ha creado.

Sera lo que ellos quieran ver, lo ciego que quieran hacerse.

Y el ultimo, yo no tengo cuenta en Instagram. A lo mejor hubiera sido un buen canal de comunicación con mis alumnos durante estas semanas de confinamiento. Podía haberme creado un perfil y haberlo utilizado, obteniendo seguro que muchas ventajas ante mis jóvenes alumnos. Si alguien me lo hubiera dicho y yo no hubiera estado de acuerdo, aparecerían las excusas del tipo: no es un canal oficial, la ley de protección de datos, mi privacidad y todo lo que me pueda inventar para no hacerlo.

Ahora, si estuviera de acuerdo, no hubiera habido ningún tipo de problema.

Por eso el peor ciego es el que no quiere ver, porque no va a ser capaz de avanzar. Se va a quedar inmovilizado en lo que conoce, en su zona de confort, en lo que domina y no le trae problemas. Es por esta situación que hace caso omiso a los que intentan ayudarle, a aquellos que intentan avanzar de su mano y no se la prestan. Los que dicen “si yo te escucho”, pero no hacen nada con las palabras que tú has dicho. Aquellos que preguntan, pero terminan haciendo lo que saben o les hace estar más cómodos.

Todos los septiembres vemos a muchas personas comenzar dietas, apuntarse a gimnasios, andar o realizar actividad física después del trabajo. Pero llega el principio de octubre y todo decae. Todos creían que era fácil, que iban a poder con ello, que cualquiera puede hacerlo, pero que confundidos estaban. Cuando les preguntas a la mayoría te dice: el trabajo ha aumentado, han empezado las actividades extraescolares las niñas, me hice daño y he tenido que parar, me he tomado un respiro, etc.

Se están mintiendo, no quieren ver la realidad. El esfuerzo es demasiado grande para la recompensa que esperan y por tanto, abandonan.

Esto es lo que pasa en muchas de las actividades relacionadas con nuestros trabajos, para no tener problema vamos a eliminarlos. Si no los vemos no existen y por lo tanto todos más felices.

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